ORBE
SIMA
(00:00)
VAIVÉN
(50:17)
CIMA
(1:40:06)
Orbe
surge de triple fuente: La Divina Comedia, la filosofía taoísta y el Cuadrado
Redondo. Es una trilogía cuyas partes (sima, vaivén y cima) equivalen, aunque
lejanamente, al infierno, purgatorio y paraíso de Dante. Al mismo tiempo, sima
es yin y cima es yang. Vaivén es un puente y una armonización de los
contrarios. Además, los poemas están regidos por estructuras aritméticas
extraídas de un mandala cuadrado que hace diez años descubrí y me deslumbró por
su belleza y misterio. Fue escrito a la sombra fulgente de Dante Alighieri, en
días de escritura frenética inspirada en la lectura de su poema. Por aquel
tiempo me arrebató el numen de hacer mi divina comedia, tal vez porque vi un
camino que va de la oscuridad a la luz, un viaje que transfigura nuestra miseria
mortal en algo más alto que nosotros mismos. A pesar de la impresión caótica,
es una obra musical. Debajo de la aparente confusión hay un esqueleto numérico
que la sostiene. Son poemas con rima y métrica pero parecen escritos de forma
libre. Mi ambición fue buscar otra manera de hacer música. Rimé solamente la
vocal acentuada; según esto, “canto” rima con “alma”. En cuanto a la métrica,
no sumé una sílaba cuando el verso termina en palabra aguda ni resté en el caso
de las esdrújulas. Tampoco usé en ningún caso la sinalefa. Elegí usar estrofas
irregulares por su número de versos y desiguales con respecto a la métrica de
sus versos. Antes de lanzarme a escribirlo supe que mi libro me derrotaría. Sin
embargo, su escritura fue uno de los acontecimientos más profundos de mi vida.
Escribiéndolo me interné más en mí y a la vez en el mundo. Llegué a un lugar
del que no volví igual, un abismo del que volví con esta pequeña gran verdad:
existe una luz y es el amor. Ése es mi trofeo. Orbe tiene su doble sonoro, que
es una pieza musical compuesta con los mismos números que el libro. La métrica
de los poemas fue construida de acuerdo a series aritméticas tomadas de un
dibujo hecho con números que yo llamo el Cuadrado Redondo. Estas series tienen
características bilaterales, cíclicas y especulares, sugieren la forma de un
círculo y son la estructura numérica del libro y de la obra musical. El
Cuadrado Redondo puede verse en su versión plástica en las tapas de los tomos
de la trilogía. En el tercer capítulo de mi novela El Cuadrado Redondo, expongo
con finura de qué se trata ese cuadro numérico. La temática preestablecida de
luz y oscuridad funcionó como una guía que no fue seguida sin variaciones y que
se desvió hacia una ramificación de asuntos a medida que se desplegaron los
poemas en un desarrollo motívico. Esta amplitud de materiales son las cosas que
están en mi mente o en mi corazón, y hablé de todo lo que del mundo hay en mí,
del orbe que llevo en mí. Digamos que fui fantaseando por caminos divergentes,
dando como efecto una masa de múltiples sentidos, un universo mezclado. Mi
ideal poético es visceral, un pensamiento sentido con todo el ser. Escribo con
palabras que me rodean fuera y dentro de mí, con piedras y gemas clavadas en la
carne que me cercan desde adentro. Cada palabra tiene una identidad, como si
fueran personajes que dialogan y juegan entre ellos y se combaten y se aman.
Escribo con palabras que resuenan en mí como si las conociera de un tiempo
anterior. Son olas que vuelven de mi corazón trayendo lo esencial de mi ser,
depuradas y pulidas. Son sonidos que escucho como chispazos revelados de una
verdad que sin embargo se oculta, sólo se manifiesta en vislumbres,
entrevisiones. Y cada poema es un espejo donde se ve un vacío. Pero más allá de
mi poesía, ¿qué es la poesía? En el mundo en que estamos es una rebelión, un
retorno a la naturaleza no sólo humana sino cósmica, un escucharse en el viento
que corre en el silencio. Un detenerse, entre tanto precipitar sin sentido,
para ver otro mundo donde pasan otras cosas y de otra manera. Si la poesía es
una forma de conocer el mundo, lo es a través del pensamiento corporal, es
decir, el pensamiento sentido, el que vive el mundo en carne viva. Las palabras
del poeta vienen de afuera pasando por el adentro, como si el cuerpo fuera una
antena que participa de la creación del mundo. De este modo, conocer es crear.
También pienso que la poesía es diálogo del poeta con el mundo y consigo mismo
en el mundo. Éste se hace palabra viva, que el poeta extrae de su visión y con
ella construye el poema, ceniza de ese fuego que fue unión. Rebelión, retorno,
detenerse, silencio. Conocer, crear, dialogar, unir. Eso ha sido Orbe para mí,
y lo abandono porque también fue juego irracional que dura unos instantes.
Ceniza.
Gabriel
Francini

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